Porque me gusta...  

Posted by Verónica Barchiesi in

Este poema lo leí a los ocho años. Lo hallé en un viejo libro de la biblioteca de mi abuela. Creo que me hechizó... aún lo recuerdo de memoria; no sé cuántas veces lo he recitado para mí, para Paula, para Angie...


Quiero compartirlo. Espero les guste tanto como a mi.


La Higuera

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

                             
                                                                                     Juana de Ibarbourou

Romance de la Linda Melisenda  

Posted by Verónica Barchiesi in

Después de haber leído algunos Romances, decidí escoger para este análisis, el Romance de la linda Melisenda. El por qué de mi elección radica sencillamente en su temática y cierta conexión (al menos así lo aprecio, con La Celestina; Melisenda, Melibea, la honra femenina en ambos textos, el loco amor, la “vieja” consejera /Celestina…)
Por lo que he leído, este romance fue publicado en un pliego suelto en el año 1650, aunque habría versiones distintas, en tanto, el final-desenlace del romance presenta variaciones. En la versión más corta, el desenlace es moralizante, en tanto Melisenda retorna a su casa por sugerencia del alguacil de su padre; en la más larga, termina en boda; y en una tercera versión – que es la que uso para este análisis – el final es abierto.




Sobre los romances en general y el Romance de la linda Melisenda, en particular.

- Los romances tienen origen en la gesta y fueron transmitidos por la tradición oral. De acuerdo a su temática, narran hazañas de la guerra, conflictos, tragedias, alegrías y amores; precisamente por esto, muchas veces los encontramos clasificados según el tema, aunque en algunos casos particulares existen cruces temáticos. En el caso puntual del Romance de la linda Melisenda, la temática podría definirse como amorosa, en tanto Melisenda, hija del emperador está enamorada del conde Ayruelo; un amor que dista mucho de ser un “amor cortés” y se acerca peligrosa y transgresoramente a un “loco amor”, con todas las consecuencias que ello implica para el honor de la mujer, muy diferente al del hombre del siglo XV. Mientras el hombre puede aumentar su honra con hazañas y tesoros, la mujer sólo puede conservarla si conserva su virginidad, por lo tanto debe evitar cualquier tipo de conducta indecorosa.

- Por su carácter oral, la estructura de los romances es no estrófica, es decir, una serie indefinida de versos octosílabos de rima asonante en los pares. En el caso del Romance de la linda Melisenda, por ejemplo, lo encontramos en versos octasílabos, pero también en versos de 16 sílabas (dos hemestiquios separados por una cesura = 8 sílabas y 8 sílabas), como el que descargué para este trabajo (desde Cervantes Virtual - Francisco de Lora), pero que para un mejor análisis ordené en versos de 8 sílabas.



Versificación:

El romance analizado tiene 82 versos de octosílabos.
(El poema puede distribuirse también en grupos de 16 sílabas con pausa o cesura en medio, separando los hemistiquios)
Rima asonante en los versos pares, libre en los impares.

Todas las gentes dormían — en las que Dios tiene parte (8 sílabas + 8 sílabas)
mas no duerme Melisenda—la hija del emperante;


Todas las gentes dormían (8) a (el acento recae sobre la penúltima sílaba)
en las que Dios tiene parte, (8) b
mas no duerme Melisenda (8) a
la hija del emperante; (7+1) b (el acento recae sobre la penúltima sílaba) + pausa)
que amores del conde Ayruelo (8) c
no la dejan reposar. (7+1) a



Análisis

Anáfora: repetición de sonidos al inicio de un verso. Ejemplos:
Si dormis, las mis doncellas,
si dormides, recordad;

Prestásesme, dijo a Hernando,
prestásesme tu puñal,

Hipérbaton: se invierte el orden de palabras en loca tornar
¡O vos tenéis mal de amores
o os queréis loca tornar!

Aliteración: repetición de uno o varios fonemas.
que miedo me tengo, miedo
de los perros de la calle.
Anáfora: Una serie de frases o fragmentos de frases que comienzan de la misma forma.
Socorred mis caballeros / socorred sin más tardar.




Símiles:

Salto diera de la cama
como la parió su madre,
que si esperáis a vejez
no vos querrá un rapaz.



Metáfora:

De Venus es su jugar (para expresar el acto de entrega sexual entre Melisenda y el Conde)
Presencia de arcaísmos como: “...tengádesme poridad...” en el verso 20; “...Agora es tiempo, señora,...” verso 25; “...mas cuando fui pequeña...”; “...prestásesme, dijo a Hernandillo ...” verso 53; “...diérale tal puñalada...” verso 59.

Diálogos: se dan de forma directa, entre Melisenda y sus damas, más precisamente con la vieja que la aconseja (carpe diem), entre Melisenda y Hernandillo; entre Melisenda y el conde. Estos tres momentos dialogados proporcionan dinamismo y dramatismo, y operan para proporcionar un efecto escénico en la percepción del oyente/lector, donde los personajes cobran vida.
Algunas preguntas retóricas:

¬_¿Que es aquesto, Melisenda?
¿Esto qué podía estar?



Lectura del Romance de la Linda Melisenda

Todas las gentes dormían
en las que Dios tiene parte,
mas no duerme Melisenda
la hija del emperante;
que amores del conde Ayruelo
no la dejan reposar.

En el tercer verso, el más, en tanto término adversativo cobra importancia para señalar una situación ligada al tema que trata el romance: la transgresión provocada por un “loco amor”. Melisenda no duerme, como los hacen todos (y además) en las que Dios tiene parte; he aquí una doble transgresión: a) no dormir y b) excluida del conjunto de todos los que duermen, y en los que Dios tiene parte, supone un alejamiento de Dios.
Como ya mencioné, el no dormir es una causa de un “loco amor”, lo que supone una transgresión para la época, en lo relacionado con la honra femenina. En términos de Kristeva, disyunción excluyente: amor cortés vs. loco amor.

Ahora, veamos los versos siguientes:

Salto diera de la cama
como la parió su madre,
vistiérase una alcandora
no hallando su brial;
vase para los palacios
donde sus damas están;
dando palmadas en ellas
las empezó de llamar:

Hay dos cosas que podemos leer. Melisenda salta “desnuda” de la cama (lo que se expresa comparando esa acción con el momento de su nacimiento, para referirse no a cómo lo hace sino a cómo se encuentra) y se viste con una alcandora. Buscando el significado de este término, encuentro dos definiciones interesantes:
a) Alcandora: prenda de vestir, semejante a la camisa.
b) Alcandora. (nom. f.) Alcahueta, celestina, tercera, trotaconventos. 1 -Mujer que intercede para que se entablen relaciones amorosas ilícitas. 2- Mujer encubridora de maquinaciones o componendas.
De la definición a) podemos entender que no se trata de una prenda adecuada para una dama, hija del emperador, sino de una prenda indecorosa para vestir en público o en la calle. De la segunda definición, ¿podría pensarse que Melisenda se viste de “maquinaciones sobre relaciones ilícitas”, y así sale a la calle?
Cualquiera de las dos interpretaciones nos llevaría al hilo conductor de la transgresión. Transgresión que en el romance evoluciona y va en aumento hasta un punto culminante.

Melisenda sale a la calle y va hacia donde duermen sus damas, irrumpe el descanso de éstas movilizada por su loco amor, por su objeto de deseo: el Conde Ayruelo. Lo que ella solicita es consejo; petición que se manifiesta angustiosamente exhortando a sus damas con un “recordad”. Requiere un permiso que legalice sus deseos (su transgresión) o un límite.

–Si dormís, las mis doncellas,
si dormides, recordad;
las que sabedes de amores
consejo me queráis dar;
las que de amor non sabedes
tengádesme poridad:
amores del conde Ayruelo
no me dejan reposar.

Es una vieja quien responde a su consejo. Se trata de una “Celestina” que en su consejo expone el tópico carpe diem.

–Agora es tiempo, señora,
de los placeres tomar,
que si esperáis a vejez
no vos querrá un rapaz.–

El consejo, en el Agora, opera como habilitación o permiso para un tiempo de juventud, un tiempo de loco amor. La acción de avance en la historia está marcada por “ y vase a buscar al conde / a los palacios do está. “
Melisenda se dirige al Castillo del Conde, pero un obstáculo en su camino le otorga suspenso y dramatismo trágico a la historia. Melisenda se encuentra con el alguacil de su padre quien desaprueba la presencia de la hija del emperador en medio de la noche, a escondidas, e indecorosamente vestida y poseída por el deseo hacia el Conde.

–¿Que es aquesto, Melisenda?
¿Esto qué podía estar?
¡0 vos tenéis mal de amores,
o os queréis loca tornar! (hipérbaton)

Melisenda va más allá en su comportamiento transgresor y mediante el engaño, asesina al guardia (más lejos no podría estar de Dios…) y sigue su camino. Aquí nuevamente, el avance opera a través de la repetición de “Y vase para el palacio / a do el conde Ayruelo está”. Pero un nuevo obstáculo aparece en escena: las puertas cerradas que Melisenda abre por “arte de encantamiento”. En este punto valdría preguntarse, ¿cómo Melisenda logra abrir las puertas?, ¿cuál es el arte que emplea para abrirlas? ¿Encantamiento?... ¿Acaso no es el mismo diablo el único conocedor de ese tipo de arte? ¿Podríamos pensar que Melisenda está poseída por el diablo? ¿El loco amor es algo demoníaco? Todas estas preguntas, reflexiones que surgen de la lectura sugieren nuevamente una transgresión que aleja definitivamente a Melisenda, de Dios (disyunción excluyente).

Ante el estruendo de las puertas que se abren, el Conde despierta exaltado, y creyendo que sus enemigos vienen a matarlo, pide auxilio (operación de diálogo que proporciona dramatismo – presencia de anáfora).

–Socorred, mis caballeros,
socorred sin más tardar;
creo son mis enemigos,
que me vienen a matar.

Pero Melisenda “discreta” le habla. Lo tranquiliza mediante engaño para obtener aquello que desea: nueva transgresión. Le dice ser una “morica” término que hace pensar en la posibilidad de cruce temático fronterizo, pero que además, legaliza el comportamiento del Conde. El conde actúa como se espera, frente a una “morica venida de allende el mar”. No hubiera sido lícito, de saber que se trata de la hija del emperador.

En conclusión, el Romance de la linda Melisenda, es un romance cuyo tema es el amor, en términos de “loco amor”, amor irracional, pecado. Este loco amor es el móvil de toda la acción. Por otra parte, la acción consecuente implica una transgresión sostenida y ascendente, hasta el logro del deseo de Melisenda.
El loco amor y la consecuente transgresión se produce mientras todos duermen, y es posible por la complicidad de la consejera, de la noche y por el “afuera” (lo espacio-temporal). La oscuridad y el afuera son el escenario propicio para el pecado (deseo, asesinato, realización sexual). Finalmente, en esta versión analizada, el final queda abierto, culminando con una metáfora sobre la entrega sexual de Melisenda y su Conde.

¿Qué es un Poeta para Bécquer?  

Posted by Verónica Barchiesi in

Bécquer dirá que no es un hombre ordinario, por lo tanto, podemos pensar -retomando la idea de Octavio Paz - que para Bécquer, un poema es el encuentro entre la poesía y el POETA.

Un poeta es quien logra domar a ese rebelde y mezquino idioma. El poeta es entonces quien entabla una lucha, una “épica de la intimidad”. Si hubiera domado de antemano el lenguaje, no habría lucha íntima o épica de la intimidad. El poeta es el único capaz de domar al grosero, mezquino e insuficiente idioma del hombre, y aquí, creo que podemos leer esa escena de épica (lucha con la lengua, con esa resistencia de la lengua) en la intimidad del poeta, en su interior…
Sólo si el poeta puede convertir su abismo interior en materia de un libro, la épica becqueriana, tal como la concibió García Montero, tendrá posibilidades de lectura.

Recordemos la introducción de Rimas y leyendas que escribiera Bécquer en 1868:

“Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo.”

“… mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.”

“Pero, ¡ay!, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos.”

“Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez.”


En resumen, para Bécquer la poesía es esencia del mundo, la esencia de las cosas individuales, la esencia del espíritu humano. Esencia que tiene vida propia, que existe y existirá aunque no haya ningún poeta, sólo que existe completamente desnuda, en lo inmaterial, en lo idealizado; por lo tanto, para materializarse textualmente necesitará de alguien capaz de ganarle la batalla al idioma rebelde e insuficiente del hombre, alguien que vista esa desnudez, alguien que pueda ser capaz de combinar inteligencia e inspiración:
“Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez.”

¿Qué es la lengua para Bécquer?  

Posted by Verónica Barchiesi in

La Rima I es un poema que Bécquer escribe para decir que no puede escribir el poema. Pero el poema está escrito. ¿Con qué escribe el poema entonces?
Él dirá que: “domando el rebelde mezquino idioma”

Si nos remitimos a las Cartas, podremos comprender mejor esta idea de la imposibilidad de escribir el poema con el idioma del hombre.

Si tú supieras cómo las ideas más grandes se empequeñecen al encerrarse en el círculo de hierro la palabra; si tú supieras qué diáfanas, qué ligeras, qué impalpables son las gasas de oro que trotan en la imaginación al envolver esas misteriosas figuras que crea y de las que sólo acertamos a reproducir el descarnado esqueleto; si tú supieras cuán imperceptible es el hilo de luz que ata entre sí los pensamientos más absurdos que nadan en el caos: si tú supieras...
Pero, ¿qué digo? Tú lo sabes, tú debes saberlo.

¿No has soñado nunca? Al despertar, ¿te ha sido alguna vez posible referir, con toda su inexplicable vaguedad y poesía, lo que has soñado?
El espíritu tiene una manera de sentir y comprender especial, misteriosa, porque él es un arcano; inmensa, porque él es infinito; divina, porque su esencia es santa.

¿Cómo la palabra, cómo un idioma grosero y mezquino, insuficiente a veces para expresar las necesidades de la materia, podrá servir de digno intérprete entre dos almas? Imposible…

Luego, en la introducción de Rimas y Leyendas escrito por Bécquer en 1868:

Pero, ¡ay!, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos.

La Rima V, pareciera dar la fórmula que logra vencer la rebeldía, la insuficiencia, la “resistencia” de la lengua del hombre: inteligencia e inspiración.

“Con ambas siempre lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.”

¿Qué es la poesía para Bécquer?  

Posted by Verónica Barchiesi in

En la Carta I, Bécquer dice:

“La poesía es en el hombre una cualidad puramente del espíritu; reside en su
alma, vive con la vida incorpórea de la idea, y para revelarla necesita darle una
forma. Por eso la escribe.”

En la Rima V, es la misma poesía la que habla y se define. Su última estrofa resume a modo de conclusión:
“Yo en fin soy ese espíritu,
desconocida esencia, [*]
perfume misterioso
de que es vaso el poeta. “

La poesía es «ese espíritu», una «indefinible» o «desconocida esencia» que se mueve entre el lo ideal y lo material, entre el «mundo de la idea» y el «mundo de la forma».


En la Carta I, le dice a la amada:

“La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento, y el
sentimiento es la mujer”


Léase también la Rima XXI:

¿Qué es poesía?, dices mientras
clavas en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? [*] Poesía... eres tú. [*]



En la Rima IV

“podrá no haber poetas, [*]
pero siempre habrá poesía. [*]”


Pero que la poesía sea independiente del poeta, como señalaba la rima IV (siempre habrá poesía) no significa que no necesite de él. El poeta es el único ser capaz de encerrarla en la forma, es el único que puede escribirla.

La contemplación en “Platero y yo”.  

Posted by Verónica Barchiesi in

¿Quién no ha leído alguna vez Platero y yo? Realmente hermoso...
Mas allá del goce que su lectura nos provoque, siempre nos termina revelando algo; y esa revelación se nos antoja particular, en tanto somos nosotros, los lectores, quienes terminamos reescribiendo esa lectura.He aquí, entonces, la mía.
Mi estrategia de lectura, si se me permite utilizar este término, fue pensar por qué se puede optar por una lectura fragmentaria e independiente de cada capítulo, y al mismo tiempo leer, cómo ese fragmentarismo aparente se solidifica en una construcción de unicidad.
La respuesta puede hallarse inicialmente – casi por intuición - en la relación entre Platero y el poeta, siempre presente en cada capítulo o estampa; sin embargo existen operaciones significativas que nos permiten reconocer la unicidad del texto, como lo son las tematizaciones simbólicas de la melancolía, la soledad, la muerte, el tiempo, el cromatismo en el paisaje natural… Pero creo, que estos simbolismos pueden ser reconocidos gracias a una constante operación contemplativa en la narración. Partiendo de esta afirmación, será la contemplación en Platero y yo, lo que me propongo analizar (y compartir con ustedes) en este trabajo.

¿Vale preguntarse, qué es la contemplación en Juan Ramón Jiménez?
Definitivamente, sí. Creo necesario, a efectos de comprender esta lectura, reflexionar acerca del término contemplación. Si vamos a un diccionario, probablemente encontremos, al menos dos acepciones del término; la primera hará alusión a una forma atenta de mirar algo, y la segunda, describirá un tipo de meditación profunda, de carácter más bien místico.
En el caso de Platero y yo, ¿podemos decir que Juan Ramón Jiménez (JRJ) “mira atentamente” mientras recorre los caminos de Moguer, o que se despoja de todo pensamiento, hasta alcanzar un silencio mental? Naturalmente, la contemplación que afirmo como evidencia en este texto, no responde taxativamente ni a una, ni a otra concepción.
La contemplación en JRJ resulta “puro mirar” para poder “sentir” y despertar lo divino de su ser. Es la imaginería krausista del poeta que se comprende como un dios individual, y donde la poesía se vuelve experiencia estética, y a la vez, religiosa. El mismo JRJ, en “Conversaciones con Ricardo Gullón”, dice :
“La poesía es una tentativa de aproximarse a lo absoluto, por medio de símbolos. Lo universal es lo propio; lo de cada uno elevado a lo absoluto. ¿Qué es Dios sino un temblor que tenemos dentro, una inmanencia de lo inefable? Los místicos lo hacen, o al menos intentan hacerlo, y lo mismo procura a su manera cada cual, interpretándolo a su modo.” (CcJR, 108)
Es evidente que el poeta reconoce el arte como una experiencia religiosa, como un medio de explorar la conciencia, despertar el espíritu, y encontrar la paz interior individual. Por otra parte, así como JRJ entiende que la creación poética implica el desarrollo espiritual inmanente del hombre - y esto también es un indicio de la influencia del círculo krausista de la generación del 98 – también piensa el arte, como una vía para contribuir a la creación de una patria nueva:
“Levantando la poesía del pueblo, también se habrá diseminado la mejor semilla social del pueblo.”
La contemplación en Platero y yo ha de entenderse como una exploración guiada por el arte, en lo profundo de la conciencia individual; exploración que no responde a un proceso racional, pero sí, como toda creación poética, a un proceso intelectual, y a esto, conviene considerarlo en una época obstinada en presentar la poesía como brote del inconsciente.
Ahora sí, podemos recorrer el hilo de la contemplación en este entramado textual de Platero y yo.

El espacio contemplativo en Platero y yo
El autor desde el mismo Prólogo define su espacio contemplativo; así, Moguer se nos revela como un verdadero espacio temático:
¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los
niños; siempre te halle yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa
me dé su lira, alta y , a veces, sin sentido, igual que el trino de la
alondra en el sol blanco del amanecer !
Pero al mismo tiempo ese espacio se construye en lo temporal: el Moguer de su niñez y el Moguer que el poeta encontró a su regreso. Los paseos junto a Platero son narrados de un modo contemplativo. Los paisajes naturales, la realidad social, los recuerdos que fluyen y se funden con el presente narrativo, desatando sentimientos, sensaciones…
A través de la contemplación narrativa es posible acceder a una significación estética, a una significación anclada en la realidad andaluza, y a una significación de lo humano general.
En cada acto contemplativo lo real transmuta en simbolismo, y es éste su valor más preciado. En Platero y yo podemos reconocer cómo lo real de la naturaleza evocada, sufre una trasmutación en imágenes simbólicas capaces de reflejar los tonos y brillos de los cambios estacionales, como una forma de mostrar - a través de los recuerdos - el paso del tiempo y los cambiantes estados de ánimo del poeta.
Como ya lo anticipé en la introducción, mi selección de algunos capítulos de Platero y yo, no responde a una acción azarosa sino al reconocimiento de diferentes momentos-circunstancias en donde la contemplación se hace símbolo. Veamos qué estampas escogí para este trabajo y luego analizaremos por qué han sido elegidas.
• I Platero
• III Juegos al anochecer
• XIX – Paisaje grana
• XXVIII – Remanso
• XXXIII – Los húngaros
• CII - Susto

Siguiendo este rastro contemplativo, podemos decir que en él, la soledad es una melancólica presencia. Si bien el autor nos dice desde el mismo título: Platero y yo, es imposible no reconocer en Platero una presencia ausente, que no tiene voz, pues Platero, en realidad, es hablado por el poeta.
Platero es la mediación entre el yo y la realidad externa, y por ello, opera como elemento imprescindible para que exista la contemplación.

Analicemos la primera estampa: Platero

“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera,
que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos
de cristal negros.”

No debemos caer en la simplicidad de leer en estos versos una mera descripción lírica de un burro, sino ser capaces de reconocer la operación contemplativa de un personaje complejo, que se nos aparece como un juguete de felpa (“tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra”), pero que según avance el poema se irá transformando en objeto de proyección del propio autor.



Es en su soledad donde el poeta se apoya es este Platero para mirar con ojos críticos y realistas, la sociedad española (Moguer como ejemplo) más allá de que el paisaje moguereño aparezca idealizado, como “un gran panal de luz”, o en múltiples formas cromáticas. Juan Ramón crea un trasfondo ideal en Platero dotándolo de capacidad para entender aquello que él dice, durante sus largos y contemplativos paseos.


Detengámonos ahora, en la tercera estampa: Juegos del Anochecer.
La contemplación tiene un momento: “el crepúsculo”, y un lugar: “la calleja miserable que da al río seco”. ¿Qué es lo que ve el poeta (“Platero y yo”)?... Un juego de niños, está claro, porque esa es “la realidad” ante sus ojos, pero ¿qué contempla? Lo simbólico de una frustración colectiva (lo social) que puede leerse en la fantasía de la infancia, todavía inocente, pero que ha de perecer con el paso del tiempo.
... ¡ Sí, sí ! ¡ Cantad, soñad, niños pobres ! Pronto, al
amanecer vuestra adolescencia, la primavera os asustará, como
un mendigo, enmascarada de invierno.
El desencanto será inevitable, como lo es la fugacidad del tiempo, el paso de la infancia a la vejez, a la muerte… Nada hay por hacer, sólo seguir nuestro camino (destino).
- Vamos Platero...

De este capítulo citado, podemos decir – además - que la contemplación que narra pareciera casual; pues surge en el transitar solitario de JRJ y Platero como un efecto instantáneo de una escena cotidiana. La contemplación se adivina silenciosa, sin diálogo. El silencio entre hombre y burro se traduce en una tensión de soledad y silencio interior del poeta, que se romperá con ese “Vamos Platero…”

Pero, la contemplación narrativa, también se advierte en la estética de la naturaleza filtrada cromáticamente, a través de los ojos de un poeta increíblemente sensible. Esto, pienso, es lo que más impacta de este Platero y yo; la belleza de la poesía, del lirismo encantador que idealiza un paisaje natural, y que contradictoriamente de tan bello resulta triste. Efectivamente, en Platero y yo, el paisaje es un estado anímico.
Los paisajes moguereños se perciben abarrotados de colores, perfumados, con sonidos diversos e incluso con sabores dulces y agrios; estas imágenes sinestésicas resultan ser el efecto simbólico del paisaje real percibido por el alma. Paisaje grana, es un claro ejemplo de ello:

“Ahí está el ocaso, todo empurpurado, herido por
sus propios cristales, que le hacen sangre por doquiera. A su
esplendor, el pinar verde se agria, vagamente enrojecido; y las
hierbas y las florecillas, encendidas y transparentes, embalsaman
el instante sereno de una esencia mojada, penetrante y luminosa.”

Esta es la poesía juanramoniana, la que descompone la realidad y la somete a una nueva estética, para adquirir nuevos valores y sentidos. Estética que evidencia la afición de JRJ a la pintura (recordemos que estudió pintura en el Instituto Libre de Enseñanza) y manifiesta, además, la preocupación por la belleza de la poesía, que responde al principio de libertad artística procedente del modernismo.
Pero existe otro tipo de contemplación y que se percibe menos rígida, por la intención dialógica que el poeta expresa. Así, en Remanso, JRJ comienza diciendo:
Espérate, Platero... O pace un rato en ese prado tierno, si lo
prefieres. Pero déjame ver a mí este remanso bello, que no veo
hace tanto años...
Mira cómo el sol, pasando su agua espesa, le alumbra la
honda belleza verdeoro, que los lirios de celeste frescura de la
orilla contemplan extasiados...

Lo mismo ocurre, por ejemplo, en Los Húngaros:

Míralos, Platero, tirados en todo su largor, cómo tienden los
perros cansados el mismo rabo, en el sol de la acera.(…)

Sin embargo, la contemplación opera de maneras diferentes en estos capítulos. Mientras que en Remanso, JRJ se para frente al paisaje trastocado por la mano del hombre en la búsqueda nostálgica de lo que sus ojos captaron en el pasado; en Los Húngaros, contempla la realidad de los marginados y su vida llena de dificultades.

Remanso es el símbolo de la nostalgia:

“(…)déjame ver a mí este remanso bello, que no veo
hace tanto años...”

(…) Este remanso, Platero, era mi corazón antes. Así me lo
sentía, bellamente envenenado, en su soledad, de prodigiosas
exuberancias detenidas...”

Aquí el poeta canaliza en el paisaje vívido por el recuerdo, su sentir interior. Es el revivir experiencias del pasado.
En el caso de Los Húngaros, en cambio, la contemplación opera como una actitud crítica ante una realidad social, más allá de su tono lírico:
“- Ahí tienes, Platero, el ideal de familia de Amaro... Un
hombre como un roble, que se rasca; una mujer, como una parra,
que se echa; dos chiquillos, ella y él, para seguir la raza, y un
mono, pequeño y débil como el mundo, que les da de comer a
todos, cogiéndose las pulgas...”
Se trata de una contemplación que manifiesta la degradación física y moral del ser humano, a través de comparar lo humano con lo animal (hombre y mono) y lo humano con lo vegetal (mujer y parra). Es importante pensar aquí, (Los Húngaros), que JRJ sentía una gran preocupación, a igual que otros intelectuales de la generación del 98, por la falta de educación del pueblo. Esta estampa describe una problemática sociocultural que cae bajo la contemplación de la pobreza e ignorancia de la gente. Es el contraste de la falta de cultura con la belleza natural de Moguer.

Para finalizar, me gustaría citar una de las estampas que en lo personal, de tan simple, me resultó maravillosa. Me refiero a Susto.
En este capítulo, la narración contemplativa se manifiesta inicialmente mediante la utilización de verbos en pasado.

“Era la comida de los niños. Soñaba la lámpara su rosada
lumbre tibia sobre el mantel de nieve, y los geranios rojos y las
pintadas manzanas coloreaban de una áspera alegría fuerte aquel
sencillo idilio de caras inocentes. Las niñas comían como mujeres;
los niños discutían como algunos hombres. Al fondo, dando el
pecho blanco al pequeñuelo, la madre, joven, rubia y bella, los
miraba sonriendo. Por la ventana del jardín, la clara noche de
estrellas temblaba, dura y fría.”

Se trata de una escena íntima familiar violentada por la dramaticidad que provoca una irrupción:

“De pronto, Blanca huyó, como un débil rayo, a los brazos de
la madre. Hubo un súbito silencio, y luego, en un estrépito de sillas
caídas, todos corrieron tras de ella, con un raudo alborotar,
mirando espantados a la ventana.”
¡El tonto de Platero! Puesta en el cristal su cabezota blanca,
agigantada por la sombra, los cristales y miedo, contemplaba,
quieto y triste, el dulce comedor encendido.

Pienso que esta contemplación desde afuera hacia adentro, no es tan simple como parece.
El poeta nos dice que Platero es quien mira por la ventana (¡El tonto de Platero!) “quieto y triste”. ¿Pero está solo?
Platero no habla… de modo que el sentimiento de Platero lo conocemos por la voz de JRJ. En realidad, la contemplación existe en el poeta y Platero lo acompaña en su soledad. ¿Pero quién está quieto y triste verdaderamente? ¿Qué añora JRJ? ¿Acaso su infancia?
Es así como opera la contemplación en Platero y yo. El carácter simbólico sugiere belleza estética, aunque muchas veces nos provoque (a los lectores) interrogantes.
En conclusión, Platero y yo es toda contemplación, pero no una simple contemplación de paisajes naturales de Moguer. Se trata de una contemplación de la realidad social andaluza, de la decadencia de su pueblo en lo económico y cultural, de lo negativo en lo humano general… Pero además, es contemplación profunda de la conciencia individual del poeta que se hace poesía, que se hace belleza a partir de la interiorización subjetiva. Es así, entonces, que Platero y yo, a través de la contemplación se constituye en una compleja unidad estética.
Tú, Platero, estás solo en el pasado. Pero ¿qué más te da el
pasado a ti que vives en lo eterno, que, como yo aquí, tienes en tu
mano, grana como el corazón de Dios perenne, el sol de cada
aurora?


Verónica Barchiesi

El personaje femenino en el Poema de Mio Cid  

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Partiendo de la idea de que todo escritor escribe en un aquí y hora, en un tiempo y un lugar determinados, inmerso en una circunstancia que se refleja directa o indirectamente en la obra, podemos afirmar que, en la literatura de un pueblo o una época yace un soporte del sistema ideológico.
Si pensamos que la literatura medieval se encuentra fuertemente anclada en lo social, particularmente en lo que se refiere a la mujer, existe una tensión bipolar manifiesta, en donde lo femenino se opone a lo masculino. Es por esto que en los textos medievales los hombres aparecen como los dueños del discurso y las mujeres son “habladas” por voces masculinas. Así, lo femenino es concebido como una carencia, como una negación de lo masculino. Las mujeres son consideradas como “el otro” del hombre.
La mujer en los textos épicos, es pocas veces definida, Julia Kristeva diría que es una eterna ausente (Kristeva. 1988: 252). Si nos enfocamos en los personajes principales femeninos del Poema de Mío Cid encontraremos a Doña Jimena – esposa del héroe – quien pocas veces habla y nada sabemos de sus sentimientos o de su vida durante el tiempo del destierro del Cid, en ningún momento habla consigo misma, ni de sí misma. Las mujeres cidianas son verdaderos objetos, valoradas como bienes intercambiables, pero necesarias para enaltecer la figura del protagonista, y – particularmente en el caso de las hijas – sirven a la argumentación de las acciones dramáticas de la historia hacia la recuperación de la honra, por parte del Cid, y el logro de emparentarse con los reyes de España. En otras palabras, las primeras bodas, la Afrenta de Corpes, el juicio y finalmente las últimas nupcias involucran a las hijas del Cid, pero éstas emergen como simples objetos de propiedad, mujeres “ausentes”, cuya única presencia se lee en la sumisión, la obediencia y el respeto como prototipo de ese modelo ideal y “aceptable” de la mujer medieval.

En el texto, ese modelo de mujer ideal e irreal se manifiesta en escenas como la de la despedida, donde el narrador pone a Doña Jimena de rodillas ante el Cid, besándole las manos, y pronunciando un discurso que denota más que respeto, veneración absoluta. Ella dice:

“Merced os pido, Buen Cid, noble barba tan crecida”
Aquí ante vos me tenéis, Mio Cid y a vuestras hijas (…)

Ella dice “me tenéis” y “vuestras hijas”, posesivos que definen la condición de subordinación – pertenencia de las mujeres impuestas por el personaje. Lo llama Campeador y le pide qué hacer:

¡Decidnos lo que hay que hacer, oh Cid, por Santa María!

Esta misma lectura del sometimiento de la mujer al modelo patriarcal, es posible, en los versos donde las mujeres expresan su agradecimiento y sometimiento voluntario, por la decisión de la boda arreglada con los infantes de Carrión. Doña Jimena reafirma con sus palabras el poder de decisión y disposición que su marido tiene sobre ellas.

“Gracias a Dios y a vos gracias, Cid, de la barba crecida,
Cosas que vos decidáis son cosas bien decididas.
Nada les ha de faltar, mientras viváis, a mis hijas.” (Doña Jimena)

Incluso sus hijas, verdaderos bienes de intercambio pronuncian su sometimiento al régimen patriarcal con un mismo discurso, mecanismo que borra toda identidad individual y por el cual éstas implican tan sólo, un patrimonio que será invertido para beneficio económico y social.

“Padre, cuando nos caséis seremos las dos muy ricas” (Las hijas)


En resumen, el personaje femenino en el Poema de Mío Cid, tiene una función accesoria y subordinada a los objetivos del protagonista y del poeta. El Cid se vale de sus hijas, para obtener honra económica y social; y el narrador se sirve de los personajes femeninos para exaltar al héroe castellano. Esta mujer en el texto épico, es entonces, una mujer irreal, ausente – según Kristeva – una mujer toda virtud - “honrada y bendita” - como producto de un diseño a medida según el modelo aceptable de la ideología medieval, construido como accesorio adecuado al héroe épico.

El tejido simbólico en el Cid  

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PRÓLOGO

El presente trabajo es una apuesta al placer de leer el Poema de Mio Cid más que intentar una crítica que lo manipule como un objeto rigurosamente intelectual. Es una invitación a realizar un viaje imaginario como única posibilidad de contemplar cada escena narrada por ese juglar desconocido (¿acaso dos?) cuya voz (voces) ha quedado inmortalizada en el manuscrito que Per Abat escribiera en el año 1207. No hace falta entrar en trance, basta con leer lentamente cada verso y dejarse llevar cual si la telepatía anulara esa distancia espacio-temporal que nos separa.

Debo advertir que no habrá paradas forzosas que intenten analizar cuestiones sobre la autoría, pues cuando uno contempla un paisaje natural y queda extasiado por su belleza no debería interrumpir ese momento para indagar si se trata de una creación divina o del choque de dos estrellas. Tampoco me ocuparé de identificar rutas, nombres y hechos para buscarlos en un manual de historia y así probar (o no) si el Poema de Mio Cid es un documento histórico; mucho se ha dicho al respecto y a mi entender este Poema es una fábula heroica versificada en el sentido aristotélico, es una imitación poética de una acción histórica; lo cual es excelente para mi  objetivo que no es otra cosa que experimentar el placer de este ejemplar de la literatura medieval.

Mi interés recae sobre algunos simbolismos que se tejen y entretejen para dar forma acabada al mayor simbolismo representativo de esta obra: la exaltación de las virtudes castellanas reunidas  en  la figura admirable de Don Rodrigo Díaz de Vivar, en el viaje de recuperación de su honra.

La obra entera se construye sobre lo simbólico para dotarla de unicidad. El destierro simboliza la deshonra económica, social y moral, que será recuperada paulatinamente a través de luchas y conquistas; y cuando todo pareciera restaurado, otra vez la deshonra – esta vez familiar – pondrá en marcha acciones para el restablecimiento del honor de sus hijas y así una culminación que ubica al Cid en el estrato social más alto por emparentarse con los reyes.  Si escogí lo simbólico, es porque durante mi lectura medité casi inconscientemente en lo que esta historia representaba; un viaje repleto de hazañas y conquistas con el fin de recuperar el honor, pero con la particularidad de que el Cid era una gran persona sin poderes sobrenaturales, sin dioses que lo manipularan, y sin sed de venganza. Lo grandioso y digno de admirar de Mio Cid es precisamente su conducta en diferentes aspectos: su hablar mesurado en tanto prudencia, su lealtad al rey a pesar de su injusticia, su valentía y coraje, su religiosidad, su amor de padre y esposo, su generosidad para con sus vasallos. Un verdadero héroe de carne y huesos, y además, castellano; lo cual no es un detalle menor.

                He aquí el itinerario. El punto de partida será lo que está dotado de autenticidad, lo heredado gracias a la labor del copista. Nos detendremos juntos  a contemplar esta escena que tan magistralmente  nos guía en un viaje lleno de hazañas salpicadas de tintes simbólicos.


De los sos ojos | tan fuertemientre llorando
tornava la cabeça | i estávalos catando.
Vio puertas abiertas | e uços sin cañados,
alcándaras vazias | sin pielles e sin mantos
e sin falcones e sin adtores mudados.

Sospiro mió Çid, | ca mucho avié grandes cuidados.
Fabló mio Çid | bien e tan mesurado:
«¡Grado a ti, señor, padre | que estás en alto!
¡Esto me an buolto | mios enemigos malos!»
               

¿Lo están viendo? Ahí está Ruy Díaz de Vivar. Observen sus ojos derramando lágrimas “tan fuertemientre”. Llora en silencio y a la vez mira aquello que ya no está, lo que ya no tiene, pues ha sido desposeído de todos sus bienes. Ahora “sientan” su pena que emana en un suspiro y en su forma mesurada de hablar (muy a pesar de todo…). Mio Cid llora como un hombre y habla como un héroe. Allí, abatido, despojado de todo, desterrado por su rey, llorando y viendo su propia deshonra, habla con la mesura y resignación propia de un cristiano.
Estamos frente a una escena casi cinematográfica que a manera de “prólogo insinuatorio” nos atrapa y nos provoca pena, impotencia, a la vez que admiración por la actitud de Ruy Díaz.  Se trata de una  escena conmovedora que, sin lugar a dudas, simboliza la humanidad heroica del personaje principal y al mismo tiempo, la causa – la deshonra del Cid -  que pondrá en marcha las sucesivas acciones de esta historia hasta que llegue el verso:

oy los Reyes de España | sos parientes son,
a todos alcanza ondra |por el que en buena ora nació”

En nuestro recorrido de lectura nos detendremos en un análisis textual de los epítetos para ver cómo éstos quedan indisolublemente ligados a la figura heroica del personaje principal.  Pareciera que el Cid hubiera estado predestinado a ser el símbolo nacional de Castilla: Rodrigo (hrod = fama y ric = poderoso, rico), y si a esto le sumamos la cantidad enorme de epítetos que lo califican a lo largo del poema, notaremos la manera en que se construye ante nuestros ojos una figura admirable; más todavía si prestamos especial atención a la significación de Mio Cid (mi señor) que lo convierte en un personaje casi familiar y representativo de la sociedad medieval castellana.

Otro elemento simbólico siempre presente y notable en este camino de lo simbólico, es la indudable religiosidad del Cid. Religiosidad como virtud, aclaro, pues mi lectura no intenta detenerse en la cuestión discutida por quienes la interpretan de cruzada religiosa. Es mucho más enriquecedora la manera en que el poema edifica la imagen de caballero ideal, valiente, mesurado y dispuesto para el combate, sin olvidar por un solo instante que es un cristiano y como tal se debe a Dios.  Son muchos los ejemplos que se pueden leer,  de hecho, atenderemos a algunos que me parecen significativos como cuando el Cid es desterrado y acepta, con resignación religiosa la decisión del rey, o cuando el Cid antes de salir a combate para recuperar Valencia dice:

 “ir los hemos fferir, - non passara por al
 en el nombre del Criador – e d´apostol santi Yague.”

No menos importante será detenernos en aquello que todo hombre medieval, valiente y luchador como este “Cid Campeador” debe tener como símbolo de caballero. Son sus armas y su caballo lo que honra a un buen guerrero; sin embargo, nuestro Cid salió de Castilla sin nada (deshonrado en todo sentido),  de modo que la obtención de las espadas Tizona y Colada y la ganancia en batalla de su caballo formidable (que no podía ser de otra manera) simbolizan el proceso de recupero de ese honor quitado por la injusticia del rey Alfonso.  ¿Y qué simbolismo encierran dos espadas como Colada y Tizona? No se trata de objetos singulares, son elementos imprescindibles para las ganancias del Cid en batalla y además no son mencionadas como simples armas sino que reciben tratamiento de personaje. Más todavía si nos introducimos en la escena del juicio a los Infantes de Carrión, en donde queda en evidencia la necesidad del recupero de las espadas como símbolo de la disolución del vínculo familiar y el recupero de la honra. Vale la pena entonces detenernos en la significación simbólica que estas armas traen consigo.

Otra escena curiosa que no podemos dejar de visitar es la del León; digo curiosa porque pareciera de inclusión forzada; sin embargo, introduce en la historia un desequilibrio de status de la mano del valor. Los infantes de Carrión que socialmente están en el estrato social por encima del Cid, quedan frente a este episodio no sólo en ridículo sino en condición de inferioridad y deshonra por su acto de cobardía. Episodio fantástico si se quiere, pero necesario para destacar una vez más la valentía del Cid y como antecedente de lo que será la Afrenta de Corpes.

Ya casi llegando al final de esta propuesta, quisiera analizar la exaltación de otra virtud digna de un buen castellano: la masculinidad. Si desde que iniciamos viaje con lo humano y heroico marcado por la mesura, la valentía y atributos como la religiosidad, también veremos en esa larga barba muy cuidada, el símbolo de virilidad, poder y hora. Analizaremos cómo recurrentemente se hace mención a la barba, cómo El Cid se deja crecer la barba como símbolo de honor y cómo el asir la barba del enemigo resulta una falta gravísima; además seremos testigos del enfrentamiento entre el Cid y Garci Ordóñez para poder comprender la significación de este símbolo corporizado en una “barba tan complida” y que, como dirá Mio Cid “por esso es luenga - que a delicio fo criada”.

                Como se ve, la lectura que propongo es acotada en relación con las múltiples lecturas que se pueden hacer de este poema. Y si bien se ha dicho mucho, muchísimo sobre esta obra épica en diferentes aspectos y cuestiones, creo que lo único valioso es poder sumergirnos en una lectura del placer; una lectura que aunque nos obligue a “levantar la cabeza” en muchos lugares, nos permita deleitarnos por las formas en que las palabras se reúnen de maneras diferentes, para así transportarnos a contemplar vívidamente una historia marcada por la peripecia.

Finalmente, prometo un recorrido placentero, aunque siguiendo un camino de mi elección; sin embargo, ustedes podrán elegir libremente el andar otros. Después de todo, el Poema de Mio Cid también es vuestro…



Verónica A. G. Barchiesi

Esta es mía ... mi querida  

Posted by Verónica Barchiesi

Este blog, he insistido en creártelo para que muestres lo que yo y tantos otros vemos en vos ... es mucho, demasiado para ser guardado, no hay por qué ser tan triste de no compartirlo, cuando podés hacerlo sin reparos. Es tu espacio, sacale el jugo a esa imaginación. Compartila.

Al parecer, el saber sí ocupa lugar, por eso te damos más espacio, un poquito más.


Paula, Angelina y Gabriel.